En algunas ocasiones nuestros hijos se quejan de dolor en las piernas que aparecen a última hora de la tarde. “Eso es que estás creciendo” se les suele decir. Pero, ¿es eso cierto? ¿Les duele porque se hacen mayores? ¿Crecer duele? Los dolores de crecimiento son a menudo descritos como un latido, una sensación de dolor punzante en las piernas, a menudo en la parte delantera de los muslos, las pantorrillas o detrás de las rodillas. Tienden a afectar ambas piernas y se producen por la noche, e incluso puede despertar a los niños y niñas que los padecen. Ante la duda los padres y madres debemos consultar con el pediatra pero en estas líneas intentaremos resumir qué se sabe a cerca de este cuadro clínico, cómo identificarlo, tratarlo y lo más importante, saber detectar aquellos signos y/o síntomas que nos hagan acudir con más antelación a su médico. Lo primero que hay que comentar es que aunque estos dolores se llaman dolores de crecimiento, no hay evidencia de que el crecimiento duele. Otro punto interesante es recordar que no todos los tipos de dolor en las piernas en los niños se corresponden a este cuadro. A veces, el dolor en las piernas puede ser causado por otras condiciones y es necesario diferenciarlo. También es interesante conocer que algunos niños pueden experimentar dolor abdominal o dolor de cabeza durante los episodios de dolores de crecimiento. ¿Por qué ocurre? Las causas que se barajan en la actualidad son la fatiga física, los trastornos en la alineación anatómica o problemas emocionales. Aun así no existe un consenso en la literatura sobre por qué ocurre. Sí sabemos que la historia natural de esta patología suele presentar una disminución en la frecuencia e intensidad de los dolores en 12 a 24 meses con recaídas ocasionales aún durante la etapa adolescente. ¿A qué niños y niñas suele afectar más? Los dolores de crecimiento pueden iniciar en la edad preescolar con edades entre los 3 y 5 años. Algunos autores refieren la edad de entre los 4 y los 6 (37% de la población de estas edades); otros hablan de las edades entre los 8 y 12 años como las de mayor incidencia de dolor. Algunos autores opinan que hay una disminución de la velocidad de crecimiento entre los 4 y 12 años de edad para dar un repunte en la adolescencia y coincide con la mayor incidencia de dolores de crecimiento de esta edad. En cuanto al sexo parece que los niños son más propensos que las niñas aunque no está del todo claro y la actividad deportiva que se presenta con mayor riesgo de desarrollar un cuadro de dolor es el fútbol. Un dato interesante es que la obesidad presenta una correlación alta con la presencia de dolores de crecimiento por encima de la práctica deportiva, por lo que debe tomarse en cuenta como probable factor de riesgo para esta patología. Parece que algunos autores hablan también de la a aparición de malos alineamientos en los miembros inferiores, en especial las rodillas, relacionados al sobre peso (genu valgo) y los relacionan con la aparición de estos dolores. En algunos textos se les da importancia a los pies planos, mientras que en otros no. ¿Qué características presentan estos cuadros?
Por tanto, sospecharemos de otro origen de los síntomas y por ello acudiremos al pediatra con más antelación si el mismo es:
El pediatra determinará si se trata de dolor de crecimiento y en tal caso el fisioterapeuta será el especialista en llevar a cabo el tratamiento junto con los padres que deberán conocer las pautas a seguir y acompañar a su hijo en el desempeño de las mismas. El pediatra diagnosticará el cuadro con la entrevista clínica y es posible que realice alguna prueba complementaria como una analítica de sangre o una radiografía, para diferenciar de otros cuadros como traumatismos, enfermedades víricas, síndromes por sobreuso, hipermovilidad, principalmente. ¿Cuál es su tratamiento? Una vez diagnosticado, es posible que el pediatra recomiende la toma de algún fármaco para la inflamación. Si el origen es por fatiga, alteración mecánica o por el crecimiento óseo, el fisioterapeuta será el profesional indicado para realizar el tratamiento, que se basará en un diagnóstico de la causa de los síntomas y desarrollará junto a los padres y el o la niña unas pautas que se ajusten a las necesidades y posibilidades de la familia, entre las cuales destacará el ejercicio terapéutico tipo estiramiento, y el uso de algunos medios para el alivio del dolor entre los cuales la educación en dolor será clave, ( conocer cómo se comporta nuestro cuerpo y el dolor y qué está sucediendo en el mismo). No se describe la necesidad de parar de realizar ejercicio físico que le guste al niño o niña pero si es posible que el fisioterapeuta hable con el entrenador o preparador físico para consensuar algunas medidas mientras dure el tratamiento. En este sentido el papel del profesional de la podología podrá ser muy útil si el pediatra y/ o el fisioterapeuta detectan alguna posible alteración dela pisada o la marcha. La nutricionista será determinante en caso de que el niño o la niña presentasen un índice de masa corporal elevado y pudiera estar siendo un factor de riesgo. Por último, contar con un psicólogo sería lo necesario en caso de tener origen emocional. El trabajo en equipo, tanto de los profesionales nombrados, como de la familia serán clave en la mejora de los síntomas de este cuadro cuya historia natural es la resolución y no crea ningún otro problema pero debe ser correctamente diagnosticado y evaluado. Referencias: “Growing pains: contemporary knowledge and recommended practice”. Angela M Evans. “Somatosensory test responses in children with growing pains”. Pathirana S.
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Enero 2024
Pablo Salazar. Fisioterapeuta. Colegiado nº 4269
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